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martes, 30 de julio de 2019

Obra con amores y no con buenas razones… decía el abuelo.



Siempre estamos dispuestos a ayudar. Desafortunadamente, desde nuestra “gran certeza” cometemos el error de definir el problema del otro y por lo tanto de ofrecer la solución que creemos es la mejor: “lo que debería hacer”. En muchas ocasiones nuestra ayuda no es solicitada.

Recuerda, una vez que estás atrapado en tus propias ideas, quedas atrapado en la rueda del hámster. No intentes ayudar a tu manera, porque lo que realmente haces es despreciar la forma de ver de la otra persona, desconocer su sentir y es este desprecio lo que se hace visible e hiriente ante sus ojos. Las buenas razones no son suficientes.

“Toda visión comienza con el que percibe, que es quien determina lo que es verdad y lo que es falso. Y no podrá ver lo que juzgue como falso. Tú que deseas juzgar la realidad no puedes verla, pues en presencia de juicios la realidad desaparece.” Un Curso de Milagros

No es ayuda verdadera si no tiene el consentimiento de la otra persona. Es ella misma quién determina que la necesita, desde su emocionalidad, desde su estructura de creencias, y desde allí podrás enfocarte para juntos ver la situación. La correcta ayuda comienza con la invitación a que la persona cuestione su “realidad”, así podrá observar aquello a lo que le ha dado tanto valor. Y desde este nuevo estado de consciencia podrá hacer los cambios que considere necesarios.

¿Alguna vez has cambiado porque alguien te dijo que deberías hacerlo? Entonces…
¿Qué te hace creer que tú ayuda debe ser recibida por la otra persona?

La verdadera ayuda es la invitación a un cambio de percepción sobre aquello que la persona llama “realidad”. La ayuda que ofreces cumple con su propósito cuando apoyas a la persona para que elimine los obstáculos que le impiden ver más allá de su “realidad”. En otras palabras, invitas a la persona a cuestionar sus creencias, porque son estas las que establecen su "realidad" y determinan su sentir. Este, suele ser un proceso doloroso porque encontramos en ellas, nuestras creencias, muchas incongruencias imposibles de sostener, pero que han sido su soporte. Abandonarlas es como perder un ser querido. Por eso, es que debe observarlas y cuestionar su utilidad con respecto a aquello que le genera paz o sufrimiento, solo así podrá tomar una decisión. Su decisión.

Finalmente, y no menos importante, Un Curso de Milagros dice: “… nadie aprende más allá de su disposición.” Por esto es que las personas permiten la ayuda que creen necesitar. Debes ser respetuoso con el proceso que cada quién vive a su manera. El obrar con sensatez es una manifestación de amor.

Obra con amores y no con buenas razones… decía el abuelo.

Oscar Marino Cruz García

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Profe, enséñeme a aprender no a obedecer.