
Nuestras críticas, casi siempre, van acompañadas de
la “noble” intención de que el otro pueda encontrar el buen camino. ¿Cómo
señalarle el camino a otro, cuando ni siquiera he encontrado el mío? Aunque
haya encontrado mi camino, ¿Que me hace creer que mi camino es el que el otro
debe seguir? ¿Qué tal que mis verdades hayan sido, desde siempre, una mentira?
¿Has considerado esto, tan solo, como una posibilidad?
UCDM dice: “Para
el ego lo caritativo, lo correcto y lo apropiado es señalarles a otros sus
errores y tratar de "corregirlos"”. No es nuestra función
corregir al otro, nuestra función es vernos a través del comportamiento del
otro y darnos cuenta que es una proyección de nuestra mente. Le llaman la ley
del espejo, lo veo allá pero lo corrijo acá. Lo caritativo, lo correcto y lo
apropiado es auto-observarme para descubrir mis miedos.
Nuestras opiniones, producto de nuestra estructura
de creencias, son solo la exteriorización de nuestros miedos… ¿qué tal que el
mundo no sea como crees que es? De ser así, toda nuestra imagen caería, cual
castillo de naipes. No lo podríamos tolerar. Por eso nos aferramos a nuestras
creencias. Nuestro miedo más profundo es que, algún día, nos demos cuenta que
estábamos equivocados. Nuestras propias opiniones nos empequeñecen.
En mis momentos de reflexión, cuando me permito
pensar, observo en mi mente todas esas imágenes y opiniones, que yo mismo he
fabricado con la pretensión de poder sostener el mundo en el que creo y, es
allí, donde mis conflictos toman fuerza. Siento la necesidad de defender mis
puntos de vista y de acusar a los demás por su forma de pensar. Por el
contrario cuando observo sin juicios, sin pretender interpretar lo que mis
sentidos perciben, desde la aceptación, allí siento paz. Me libero y libero al
mundo de mis juicios y creencias. Todos pueden ser como desean ser. Tienen todo
el derecho de creer en lo que han decidido creer.
Cada crítica, cada opinión solo reflejan
miedos. ¿Cuáles son tus miedos? Te has preguntado ¿De qué te defiendes?
Recuerdo un consejo que me daba el abuelo: “Si quieres conocer a alguien, no le
preguntes a los demás que piensan de esa persona. Pregúntale a ella, que piensa
de las demás personas”. Nuestras opiniones solo reflejan nuestros miedos.
¿Has observado que cuando alguien expone lo
que piensa y te molestas, lo que sucede es que estás chocando contra tus
propias opiniones? Le damos una calificación de malos augurios a expresiones
inofensivas, que, si nos permitimos observar solo nos harían caer en la cuenta
de todos los miedos y creencias que conservamos. Existen personas que le tienen
agüeros negativos a los gatos negros, pasar por debajo de una escalera, al
número 13,
etc. ¿Qué tiene que ver un gato negro o una escalera o un simple número? ¿No
será que solo hacen parte de las mil y una formas que utilizas para justificar
tus miedos? Miedos que crees que tienen un fundamento en lo exterior y por lo
tanto no te atreves a mirar su causa en tu interior, lo cual sería tu
liberación. Es, aparentemente, más fácil seguir culpando al mundo de tus
desgracias que confrontarte a ti mismo ante tus miedos y soltar las muletas con
las que los sostienes.
Observa lo que te produce miedo, no te ancles
a los medios o a las personas que la vida usa para mostrártelos. No juzgues lo
que los demás hacen, ni los consideres como la causa de tus malestares. Cuando
hagas tus observaciones te darás cuenta que son solo tus interpretaciones y
creencias las que se ven amenazadas. Si les quitas ese simbolismo de realidad,
desaparecerán. Solo entonces, podrás experimentar paz. Te darás cuenta que solo
vivías apegado a un pasado inexistente, tratando de prevenirte de un futuro
doloroso, evitando que vivieras en el único tiempo en el que vives, el momento
presente. Nuestros miedos solo existen en el pasado. La incertidumbre es otra
expresión del miedo ante un futuro inexistente. El momento presente es paz.
Marianne Williamson,
dice en su libro Volver al amor: “Lo que más miedo nos da no es ser incapaces.
Lo que más miedo nos da es ser poderosos más allá de toda medida. Es nuestra
luz, no nuestra oscuridad, lo que más nos asusta". « ¿Quién soy yo para
ser una persona brillante, hermosa, dotada, fabulosa?» En realidad, ¿quién eres
para no serlo? Eres un hijo de Dios, y si juegas a empequeñecerte, con eso no
sirves al mundo. Encogerte para que los que te rodean no se sientan inseguros
no tiene nada de iluminado. Todos estamos hechos para brillar, como brillan los
niños. Nacimos para poner de manifiesto la gloria de Dios, que está dentro de
nosotros. No sólo en algunos, sino en todos nosotros. Y si dejamos brillar
nuestra propia luz, inconscientemente daremos permiso a los demás para hacer lo
mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia automáticamente
liberará a los demás.”
Si de verdad deseas vivir en paz, observa
tus juicios y mira lo que sientes y, seguramente, descubrirás tus miedos, entrégaselos
al Universo y se disolverán como llegaron, de la nada hacia la nada. Son una
ilusión. Sal de tu ilusión y descubrirás que eres un Ser de Luz. Tu brillo será
tan fuerte que hará brillar todo a tu alrededor.
Aquel
que critica se confiesa… decía el abuelo. Has de tu critica algo consciente, de esta forma la podrás deshacer.
Oscar Marino Cruz García
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