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jueves, 13 de septiembre de 2018

Aquel que critica se confiesa… decía el abuelo.


Vivimos en un mundo de percepciones. Todo lo que nuestros cinco sentidos nos transmiten es neutro, no tiene ningún significado. Es nuestra mente quién percibe y elabora un juicio, una interpretación y el significado es tu invento. Por esto, es que el mundo que observas es real o irreal para ti. Tú decides en que crees y en que no crees. Hoy entiendo al abuelo, porque cada que me veo criticando, juzgando o alterándome ante algo, me doy cuenta que toda esa verborrea es solo el contenido de mi mente. Mis juicios son una confesión con la pretensión de que el otro se sienta culpable y cambie, con la esperanza de que, tal vez, algún día, sea mejor persona.

Nuestras críticas, casi siempre, van acompañadas de la “noble” intención de que el otro pueda encontrar el buen camino. ¿Cómo señalarle el camino a otro, cuando ni siquiera he encontrado el mío? Aunque haya encontrado mi camino, ¿Que me hace creer que mi camino es el que el otro debe seguir? ¿Qué tal que mis verdades hayan sido, desde siempre, una mentira? ¿Has considerado esto, tan solo, como una posibilidad?

UCDM dice: “Para el ego lo caritativo, lo correcto y lo apropiado es señalarles a otros sus errores y tratar de "corregirlos"”. No es nuestra función corregir al otro, nuestra función es vernos a través del comportamiento del otro y darnos cuenta que es una proyección de nuestra mente. Le llaman la ley del espejo, lo veo allá pero lo corrijo acá. Lo caritativo, lo correcto y lo apropiado es auto-observarme para descubrir mis miedos.

Nuestras opiniones, producto de nuestra estructura de creencias, son solo la exteriorización de nuestros miedos… ¿qué tal que el mundo no sea como crees que es? De ser así, toda nuestra imagen caería, cual castillo de naipes. No lo podríamos tolerar. Por eso nos aferramos a nuestras creencias. Nuestro miedo más profundo es que, algún día, nos demos cuenta que estábamos equivocados. Nuestras propias opiniones nos empequeñecen.

En mis momentos de reflexión, cuando me permito pensar, observo en mi mente todas esas imágenes y opiniones, que yo mismo he fabricado con la pretensión de poder sostener el mundo en el que creo y, es allí, donde mis conflictos toman fuerza. Siento la necesidad de defender mis puntos de vista y de acusar a los demás por su forma de pensar. Por el contrario cuando observo sin juicios, sin pretender interpretar lo que mis sentidos perciben, desde la aceptación, allí siento paz. Me libero y libero al mundo de mis juicios y creencias. Todos pueden ser como desean ser. Tienen todo el derecho de creer en lo que han decidido creer.

Cada crítica, cada opinión solo reflejan miedos. ¿Cuáles son tus miedos? Te has preguntado ¿De qué te defiendes? Recuerdo un consejo que me daba el abuelo: “Si quieres conocer a alguien, no le preguntes a los demás que piensan de esa persona. Pregúntale a ella, que piensa de las demás personas”. Nuestras opiniones solo reflejan nuestros miedos.

¿Has observado que cuando alguien expone lo que piensa y te molestas, lo que sucede es que estás chocando contra tus propias opiniones? Le damos una calificación de malos augurios a expresiones inofensivas, que, si nos permitimos observar solo nos harían caer en la cuenta de todos los miedos y creencias que conservamos. Existen personas que le tienen agüeros negativos a los gatos negros, pasar por debajo de una escalera, al número 13, etc. ¿Qué tiene que ver un gato negro o una escalera o un simple número? ¿No será que solo hacen parte de las mil y una formas que utilizas para justificar tus miedos? Miedos que crees que tienen un fundamento en lo exterior y por lo tanto no te atreves a mirar su causa en tu interior, lo cual sería tu liberación. Es, aparentemente, más fácil seguir culpando al mundo de tus desgracias que confrontarte a ti mismo ante tus miedos y soltar las muletas con las que los sostienes.

Observa lo que te produce miedo, no te ancles a los medios o a las personas que la vida usa para mostrártelos. No juzgues lo que los demás hacen, ni los consideres como la causa de tus malestares. Cuando hagas tus observaciones te darás cuenta que son solo tus interpretaciones y creencias las que se ven amenazadas. Si les quitas ese simbolismo de realidad, desaparecerán. Solo entonces, podrás experimentar paz. Te darás cuenta que solo vivías apegado a un pasado inexistente, tratando de prevenirte de un futuro doloroso, evitando que vivieras en el único tiempo en el que vives, el momento presente. Nuestros miedos solo existen en el pasado. La incertidumbre es otra expresión del miedo ante un futuro inexistente. El momento presente es paz.

Marianne Williamson, dice en su libro Volver al amor: “Lo que más miedo nos da no es ser incapaces. Lo que más miedo nos da es ser poderosos más allá de toda medida. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que más nos asusta". « ¿Quién soy yo para ser una persona brillante, hermosa, dotada, fabulosa?» En realidad, ¿quién eres para no serlo? Eres un hijo de Dios, y si juegas a empequeñecerte, con eso no sirves al mundo. Encogerte para que los que te rodean no se sientan inseguros no tiene nada de iluminado. Todos estamos hechos para brillar, como brillan los niños. Nacimos para poner de manifiesto la gloria de Dios, que está dentro de nosotros. No sólo en algunos, sino en todos nosotros. Y si dejamos brillar nuestra propia luz, inconscientemente daremos permiso a los demás para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia automáticamente liberará a los demás.”

Si de verdad deseas vivir en paz, observa tus juicios y mira lo que sientes y, seguramente, descubrirás tus miedos, entrégaselos al Universo y se disolverán como llegaron, de la nada hacia la nada. Son una ilusión. Sal de tu ilusión y descubrirás que eres un Ser de Luz. Tu brillo será tan fuerte que hará brillar todo a tu alrededor.

Aquel que critica se confiesa… decía el abuelo. Has de tu critica algo consciente, de esta forma la podrás deshacer.


Oscar Marino Cruz García

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Profe, enséñeme a aprender no a obedecer.