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miércoles, 23 de mayo de 2018

El remedio fue peor que la enfermedad… decía el abuelo.


Tal vez no te ha sucedido, yo si lo he vivido muchas veces en mi vida. En circunstancias difíciles y luego de muchos análisis y verificación de múltiples informaciones, tomo una decisión y al cabo de cierto tiempo, estoy en la situación inicial o peor.

Asoma Terciopelo
Ramphocelus Dimidiatus
Siempre, en todo lo que emprendemos andamos en búsqueda de la felicidad. Es como nuestro propósito natural y de lo cual estoy convencido. Pero, partimos de varios errores y para resaltar dos. Uno, rechazamos lo que la vida nos ofrece en el momento presente, lo que nos conduce al segundo error y es creer que nuestra felicidad es un objetivo a alcanzar allá afuera, en otra persona, en una profesión, en un negocio, disfrutando de llamativas marcas, comiendo en los mejores restaurantes, rodeado de determinadas circunstancias estables y controladas, teniendo plata, etc. Y, desde este error, establecemos relaciones hacia el logro de esa tan anhelada felicidad. Felicidad efímera, que llega y se va y que, finalmente, no transmite paz. Por eso, hoy le llamo placer, porque es efímero. Y así, andamos solucionando efectos sin siquiera considerar la causa.

Al establecer relaciones, las personas creen tener claro el para qué lo hacen y con el tiempo, al no encontrar felicidad, piensan que se han equivocado de relación. Y continúan, desde la certeza de su ignorancia, la búsqueda de la felicidad. Es un error pensar que nuestra felicidad depende de tener la razón y es solo cuestión de ver nuestras deterioradas relaciones.

Nos relacionamos con la firme certeza de haber encontrado el vehículo hacia la felicidad y en el camino no nos sentimos felices. ¿Qué ha sucedido? ¿Qué parte del libreto nos cambiaron?

Hoy creo ver una luz que me lleva hacia la respuesta y, tal vez, apunta a que las relaciones las establecemos desde nuestra caja de creencias. Creencias basadas en un estado de carencia emocional adquirido desde épocas remotas y debidamente apoyado por todo un sistema familiar, educativo, social, profesional, colmado de expectativas ajenas que nos llevan a vivir una vida plagada de satisfacciones para otros y un costo de insatisfacción interior muy alto. Pero, la Vida en medio de su inmensa Sabiduría no olvidó lo que debemos aprender y nos rodea de todo lo necesario para que podamos darnos cuenta del aprendizaje, o mejor, del deshacimiento de nuestro sistema de creencias y recordar nuestra esencia. Para eso es que nos relacionamos. Por eso es que, en muchas corrientes de pensamiento, se nos dice que el otro es el espejo en el que te miras. Observas allá pero corriges acá… diría el abuelo.

La vida se ha encargado de mostrarme el verdadero propósito de las relaciones. ¡Despertar mi consciencia! No se trata de que las personas hagan cambios en sus formas para encajar en las mías o al contrario. Solo es cuestión de aceptarlas y desde la aceptación me libero de la carga emocional que me genera el rechazo continuo de lo que el momento presente me ofrece. ¿Qué te hace creer que tu forma de ver la vida, es lo que el otro necesita?

La otra noche, viendo un programa de televisión llamado “milagros médicos”, se narraba el caso de una niña de 6 años, en peligro de muerte, hija de un sacerdote. Este debía viajar, por varios días, larga distancia para cumplir un compromiso, impostergable, de su iglesia y se encontró ante la duda. ¿Viajar o acompañar a su hija en su delicado estado de salud enfrentando una muerte casi segura? Al hacer sus oraciones, en su mente, escuchó una voz que le dijo: “Ocúpate de Mis asuntos que, Yo me ocuparé de los tuyos”. Retomando su fe, no lo dudó, habló con su esposa, se despidió de su hija y tomó camino hacia las cosas de Dios. Al segundo día de su viaje, su esposa le llamó para informarle que su hija había despertado del coma. La niña se recuperó totalmente, a pesar de que su hígado se había destrozado debido a una intoxicación. Lo que llamó mi atención no fue la fe del sacerdote, parece obvio que debía tenerla, tampoco fue la voz que escuchó con aquel mandato, lo que llamó mi atención fue la fe de su esposa. Ella no escuchó la voz en su mente, ella le creyó a su esposo. Fe es certeza. Nuestras relaciones deben tener un alto contenido de fe. ¿Tus relaciones están basadas en la confianza o en la desconfianza? ¿En la aceptación o en el deseo de que el otro cambie? ¿Dónde pones tu fe?

En ocasiones nos encontramos en circunstancias que parecen no tener solución, pero UCDM nos enseña a plantearnos lo siguiente: "¿Para qué? Ésa es la pregunta que tú tienes que aprender a plantear en relación con todo. ¿Qué propósito tiene esto? Sea cual fuere, dirigirá tus esfuerzos automáticamente. Cuando tomas una decisión con respecto a un propósito, tomas una decisión con respecto a los esfuerzos que vas a llevar a cabo en el futuro. Y esta decisión permanecerá en vigor a menos que cambies de parecer.”

Hacernos la pregunta correcta, ¿Qué propósito tiene esto?  Nos permite abrir nuestra mente a la Luz. Dejamos de recurrir a nuestro sistema de creencias para buscar la corrección y nos abrimos a la Sabiduría del Creador para hallar la lección que debemos aprender, el propósito. Pero, me excuso por la insistencia, debes hacerte la pregunta, esta es la forma en que pones en jaque a tu sistema egoico sabelotodo para, así, descubrir un nuevo mundo. ¡Cuestiónalo y tu ego se derrumbará!

El remedio fue peor que la enfermedad… decía el abuelo, esto resuena en mi mente cada que me encuentro frente a mis soluciones fallidas y con la certeza de mis seis semestres en la san marino.

Hoy, cada día al levantarme, le pido al Universo me guíe, para que sobre mis dudas me muestre el camino, con la certeza de que encontraré paz.

¿Qué quieres que haga?
¿Adónde quieres que vaya?
¿Qué quieres que diga y a quién?
UCDM


Oscar Marino Cruz García
Coach Espiritual

domingo, 6 de mayo de 2018

En boca cerrada no entran moscas… decía el abuelo.


El hábito del silencio parece que hubiese sido destinado para aquellos dedicados a una vida de renuncia a lo mundano y, tal vez por esa razón, tan ajeno a las personas del común.

 Tuve la maravillosa oportunidad de participar de un retiro para aprender la práctica de la meditación Vipassana, diez días de votos de silencio que, al menos, me permitió entender que el silencio es mucho más que simplemente cerrar la boca.

Parafraseando al abuelo cuando afirmaba que en boca cerrada no entran moscas, encuentro una profunda utilidad para evitar la emisión de juicios y así evitar que ingresen a la boca las moscas de las culpas proyectadas. Siendo más profundo y, por lo tanto, más respetuoso con la enseñanza del abuelo, cerrar la boca es una invitación al silencio. Un silencio que practicado desde el alma, nos lleva a esa conexión con lo Eterno. Entiendo el silencio como aquel estado de no juicio y total aceptación del momento presente, sin diálogo interno.

Nada más errado que asociar la práctica del silencio con la ausencia de ruido. Por el contrario, veo al silencio como la no interferencia de la realidad, con mis ruidos. Todos los estímulos que recibimos del entorno, nos generan percepciones. Interpretaciones muy acordes con nuestras creencias que, básicamente, nos conducen a reafirmar la realidad en la que creemos. Esto nos conduce a una creencia absoluta en lo que el mundo nos refleja y nuestra mayor dificultad es que no nos atrevemos a cuestionarla. Creemos que es real porque la vemos, sin darnos cuenta que es real porque la proyectamos. La fuente de la fabricación del mundo que vemos, es nuestra propia mente, pero queremos seguir creyendo que lo que vemos es producto de otros.

La práctica del silencio genera grandes beneficios. Uno de ellos es que te des cuenta de tus propios ruidos mentales, es tu mente la que genera todos esos ruidos. Escucha tu mente.

Cuando alguna persona comete algún “error”, ¿Qué te dice tu mente?
Cuando alguien piensa diferente a tu forma de pensar, ¿Qué te dice tu mente?
Cuando alguien viste de forma diferente a tu forma de vestir, ¿Qué te dice tu mente?
Cuando te miras al espejo, ¿Qué te dice tu mente?
Cuando tus expectativas no se cumplen, ¿Qué te dice tu mente?
Cuando la vida te presenta momentos de dolor, ¿Qué te dice tu mente?
Cuando la vida te presenta momentos de placer, ¿Qué te dice tu mente?

Escucharnos, es un gran paso que damos hacia nuestro auto-descubrimiento, es allí cuando empezamos a descubrir aquello que sentimos y, que, con frecuencia, contiene emociones producidas por creencias heredadas, por recuerdos de un pasado que no existe. Escucharnos nos permite descubrir que somos consciencia. Escucharnos nos permite descubrir que todo lo que considerábamos externo a nosotros, son expresiones de nuestra propia creación mental.

UCDM, dice: “El milagro llega silenciosamente a la mente que se detiene por un instante y se sumerge en la quietud.” Aquietar la mente es sinónimo de silenciar la mente, significa una mente sin juicio y, desde esa quietud extender amor hacia los demás. Es una conexión desde el Ser hacia el ser. Pero recuerda, no puedes dar de lo que no tienes. Entonces, se hace obligatorio darte cuenta de tus propios ruidos mentales y así, al descubrirlos, podrás conservarlos o deshacerte de ellos conscientemente. Tus creencias persisten porque te son útiles. ¿Hasta cuándo? Tú lo decides.

Cerrar la boca es un buen comienzo para descubrir todo lo que tu mente produce con cada acontecer diario. Luego extiendes ese silencio para descubrir tus emociones y allí encontrarás la utilidad del ruido que produce el mundo. Entonces, dejas de rechazarlo y lo aceptas como un maestro que guía tu aprendizaje. Y cuando el silencio llegue a tu mente el sufrimiento desaparece porque te has dado cuenta que nunca existió, esto es consciencia, porque En boca cerrada no entran moscas… decía el abuelo.

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Profe, enséñeme a aprender no a obedecer.