Nuestras
relaciones están basadas en un pasado lleno de dolor, dolor que transigimos
para ser expresado “amorosamente” de acuerdo con el evento social del momento. Dolor,
que además, es la base para que proyectemos en los demás nuestras propias
culpas. Es nuestra pretensión hacer que el otro sea “el otro”, es decir, el
equivocado, el que actúa mal, el que me hace daño. Y de esta forma nos
perpetuamos como víctimas de unas circunstancias inventadas. Nuestra
incapacidad para asumir la responsabilidad de una vida basada en el sufrimiento
y perpetuada en la proyección de la culpa, nos conduce a buscar victimarios.
Alguien debe ser el culpable de lo que me sucede… lo llaman destino, cosas de
la vida, suerte, voluntad de dios, etc. Y al percibirte como una víctima del sufrimiento,
creerás que está justificado que otros sufran.
Nuestro único y gran problema es que nos
vemos como seres independientes unos de otros y por lo tanto cada uno debe hacer
lo suyo para sobrevivir. Y, si logras más que yo, me estás condenando a la
carencia. Pero, si logro más que tú, garantizo mi “felicidad”. Y así, convierto
a mis hermanos en víctimas o en victimarios. Es lo mismo. Son las etiquetas que
ponemos sobre los demás las que nos separan. Etiquetas basadas en creencias
propias y en su mayoría ajenas a nosotros. El impacto real está en el efecto
que produce: Excluir a unos de otros. Divide y reinarás… decía el abuelo.
He
aprendido con Un curso de Milagros que: “No
soy víctima del mundo que veo… No eres víctima del mundo que ves porque tú
mismo lo inventaste. Puedes renunciar a él con la misma facilidad con la que lo
construiste. Lo verás o no lo verás, tal como desees. Mientras desees verlo, lo
verás; cuando ya no lo desees ver, no estará ahí para que lo puedas ver.”
El mundo en el que vives y reinas, es un
mundo de sufrimiento. Es muy doloroso aceptar que el mundo que vemos es
producto de nuestra propia mente. Duele darnos cuenta que somos los electores
del sufrimiento que vivimos. Es frustrante darnos cuenta que nunca tuvimos la
razón. Pero cuán liberador es asumir la responsabilidad de nuestros
pensamientos y sentir la paz al transformarlos. Cuando cambiamos nuestra
percepción interna, es decir, abandonamos nuestro rol de víctimas, cambia
nuestra percepción del mundo y hayamos paz.
Hemos aprendido que el cuerpo enferma
debido a los pensamientos que nuestra mente alberga. Pero nuestras creencias
nos distraen para que dediquemos nuestra vida a buscar las formas de sanar
nuestro cuerpo y evitar que miremos nuestros pensamientos y sentimientos. Es contradictorio,
deseamos sanar, pero buscamos en el sitio equivocado. Te invito a observar tu
mente.
Cierra tus ojos y observa las palabras, los
pensamientos que te describen a ti mismo. Permite que lleguen. Solo obsérvalos
a todos, no excluyas a ninguno ni te aferres a alguno. Observa... observa… te.
¿Te diste cuenta del juego que juegas?... Cuando te describes como “responsable”,
alguien debe ser un irresponsable. Cuando te describes como “ordenado”, alguien
debe ser un desordenado. Las etiquetas con las que te describes son el producto
de la comparación. Has vivido tu vida tratando de ser o no ser lo que los demás
son o no son. Jamás has vivido tu propia vida. Con la práctica, esta
observación te conducirá a la consciencia de que son estos pensamientos los que
te separan de tus hermanos y con la ayuda de Dios te podrás liberar de esos
pensamientos. Recuerda… debes pedir ayuda, solo no lo lograrás. Son nuestros
deseos de sufrir los que nos mantienen prisioneros del sufrimiento. Y es solo
tuya la decisión de ser libre. Debes tomar una decisión… ¿Cuál eliges?
Los pensamientos que generan división solo
te conducen a un reinado de sufrimiento. Observa tus pensamientos... obsérvalos…
obsérvalos… encontrarás la causa de tu sufrimiento y en ese momento podrás
tomar la decisión de elegir pensar de una forma diferente.
Por sus frutos los conoceréis…. decía Jesús.
Si, de alguna forma, existe sufrimiento
en tu vida, es porque has decidido utilizar las creencias equivocadas. No sigas
permitiendo que tus propios pensamientos te separen del mundo. La división es
un rechazo a un Don Divino que nos recuerda que somos uno solo, somos Unidad.
Tal vez el abuelo acepte que parafrasee
diferente el refrán.
Divide
y reinarás (sufrirás)… decía el abuelo.
Oscar Marino Cruz García