Esta sociedad nos ha hecho creer que la
inteligencia, especialmente la financiera, es lo que determina nuestro bienestar.
Y este parece ser el corolario de un mundo que nos invita al placer de lo
efímero. Nos han dicho lo que debemos estudiar, lo que debemos comer, lo que
debemos hacer para divertirnos, lo que debemos vestir y todo aquello de lo que
debemos quejarnos. Todo un sistema de creencias anclado en nuestro miedo a ser
libres, con la “esperanza” de ser felices algún día. ¿Recuerdan la película Los
juegos del hambre? Ni más ni menos. Pero esto no es lo más grave, lo grave es
que ni siquiera visualizamos la posibilidad de salir de esa, nuestra caja de
creencias. Vivimos encerrados en una caja (mundo) de creencias “normales” para
personas “normales”.
Mientras vivamos con la creencia de que
todo esto es real, es como vivir en un sueño y despertar será una utopía. Allí
nos sentimos seguros, porque el sufrimiento nos hace sentir parte del sistema. En
un bienestar establecido por unos para otros. A esto lo llamamos una vida de
éxito.
Un Curso de
Milagros nos enseña las leyes del caos (ego), las cuales te quiero compartir:
La
primera ley caótica se refiere a que la verdad es diferente para cada persona. Esto solo fomenta la división entre nuestra
sociedad, nuestras familias. Nos conduce a intereses separados para defender
unos aparentes ideales, un apellido, unas fronteras, una bandera, un color, un
equipo de futbol, una estratificación económica, etc. Por lo tanto, vivir es una
continua lucha por la supervivencia, es la ley del más fuerte. ¿Cuál es la
verdad que defiendo? ¿Vivo anclado a mis conceptos? ¿Excluyo a aquel que piensa
diferente?
La segunda ley del caos, dice que no hay
nadie que no peque. Se refiere a que
“todos hacen lo mismo”, es la forma en que justificamos permanecer dentro de la
caja. Justificamos nuestros comportamientos, con los comportamientos de los
demás. Es “normal”, todos lo hacen. Nos creemos de “mejor familia” y esto nos
hacer creer que las formas que usan los demás para manifestarse son equivocadas,
las mías se justifican ante el proceder ajeno. Mal de muchos, consuelo de
tontos… decía el abuelo. Mientras todos hagamos lo mismo, creemos estar en lo
correcto, pero condenados al sufrimiento.
La tercera ley del caos, nos inventa a un dios
castigador. Un dios fomentado por grupos sociales, religiosos y políticos, o lo que
es peor, por la simbiosis de estos grupos. La corrección se convierte en un
mito y lo que la voluntad de ese dios dispone es la venganza, no el perdón.
Parece que, en medio de nuestras desgracias, Dios se hubiese olvidado de
nosotros. Este mundo no tiene salvación, es una afirmación muy común. Y hasta
que cuestiones tus creencias, esta afirmación es real. Que complejo es poder
aceptar la idea de que este mundo es una manifestación de mis pensamientos. Si
quieres que el mundo cruel que observas cambie, debes primero cambiar tus
crueles pensamientos y no esperar a que tu dios decida salvarte. ¿Qué tal que
el dios en el que has creído no exista? Asume tu responsabilidad.
Y la cuarta ley del caos se refiere que,
para poder sobrevivir en este mundo, alguien tiene que perder para que otro
pueda ganar. Por lo tanto, lo
más útil es que mire a los demás como a un enemigo. Dar es perder, compartir no
es posible, el otro debe desaparecer. Le dicen “ser competitivo”. Por lo tanto,
se nos incentiva desde todos los ámbitos, a ser competitivos como una clave
para ser exitoso. Éxito que una vez logrado se nos muestra como algo vacío e
inerte ante el desastre que hemos dejado atrás. Pero, para tranquilizar nuestra
consciencia, damos cosas y/o emociones a otros, reconociéndolo como alguien
inferior que requiere de mi ayuda o de mi “amor”. ¿De verdad crees que a esto
se refería Aquel que dijo: “Dad y recibiréis”?
Este es el sistema en el cual el ego nos tiene
inmersos viviendo una vida de confusiones, en una gran ilusión, en un sueño
profundo del que aún no despertamos. En un estado de confort desesperante, pero
sin realmente desear salir de allí. ¿Recuerdas la historia del perro sentado en
un clavo?
Cuentan que un hombre tenía un perro sentado
en el piso de madera de su casa... Con la particularidad que cada vez que el
perro se movía, se quejaba. Un hombre que pasaba por el lugar se extrañó al ver
al perro sentado, molesto y aullando cada vez que hacia determinado movimiento.
Así que decidió preguntar...
- ¿qué le pasa a tu perro que se queja de
esa manera?
- Ahhhhh es que está sentado sobre un clavo
y cada vez que se mueve le duele.
- Bueno ¿y por qué no se corre?
- Porque "le duele lo
suficiente como para quejarse, pero no lo necesario como para cambiar de
lugar".
Cuando
fijes tu atención en tu sentir, en lo que la vida de muestra en el momento
presente, estarás dando un paso enorme para despertar. Salir de tu aparente
normalidad, cuestionando tus creencias, es necesario para lograr eso que tanto
persigues y que ni siquiera sabes de que se trata, aunque lo llames
felicidad. La auto-indagación te conduce
a encontrar las respuestas. Aquieta tu mente, pregunta y la Vida te dará las
respuestas.
Y cuando tu dolor (incertidumbre, vacío
interior) sea lo suficiente como para que empieces a dudar de tu “normalidad”,
estarás a un paso de ser libre, de salir de la caja. Empieza a dudar del mundo
que ves, de lo que tu personaje te dice, de tus propias creencias, deja a un
lado tu certeza. No permitas que el mundo te siga diciendo que lo que vives es
normal o que es anormal, o que la vida es así, abandona la confusión. Siempre
has tenido la razón, ¿no será ésta la causa de las circunstancias en que vives?
Shakespeare nos dijo: Ve a tu interior;
llama allí y pregunta a tu corazón lo que no sabes.
Te invito a Aquietar tu mente y escuchar La
Verdad
Aprende
a aquietarte porque Su Voz se oye en la quietud.
Oscar Marino Cruz García
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Email: oscarmarcruz@gmail.com